Las actividades en el medio natural y el desarrollo cerebral. Beneficios de la naturaleza para nuestro cerebro.
Por Dr. Daniel Navarro Ardoy
Resumen
Vivir en
la ciudad conlleva ciertas ventajas o calidades que no tiene vivir en la naturaleza,
lejos de la ciudad. Sin embargo, debemos ser conscientes de los beneficios que
el contacto con la naturaleza tiene sobre nuestra salud y en concreto sobre
nuestro cerebro, para tratar de compensar los perjuicios que sabemos están
asociados a las urbes. Por ejemplo, realizar salidas frecuentes al medio
natural, práctica de actividad física en entornos naturales o zonas verdes
acondicionadas en la ciudad o cuanto menos, tener plantas o cuadros que nos
recuerden la naturaleza, ventanas abiertas y luz natural, paseos por parques o
caminatas por donde no existan estímulos visuales o ruidos estresantes.
Los
estudios confirman el estrés que sufre nuestro cerebro por la cantidad de
estímulos con los que tenemos que lidiar a diario viviendo en ciudades (auditivos,
visuales y sociales). También sabemos gracias a la neurociencia, la gran
cantidad de beneficios que posee para nuestra salud, estar en contacto con la
naturaleza, destacando los beneficios a nivel mental y social, aunque también
hay estudios que indican una reducción de la presión sanguínea, mejor
recuperación postoperatoria, mejor vista, mejor insuficiencia cardíaca y
reducción de la obesidad y diabetes, entre otros.
Con los
múltiples beneficios que el contacto con la naturaleza tiene sobre el cerebro,
los programas neuroeducativos deben tenerlos en cuenta, no solo en la materia
de Educación Física, sino como un elemento común y transversal a todas las
asignaturas, como uno de los pilares fundamentales de la Programación Anual del
Centro, fomentando, permitiendo y facilitando las salidas del centro al
alumnado, acompañados por sus profesores, para realizar actividades
complementarias y extraescolares en zonas verdes o entornos naturales próximos
(o no) del centro.
Contenidos a tratar:
1. El cerebro “natural”
2. Efecto de las
actividades en el medio natural sobre el cerebro
3. Propuestas prácticas
para fomentar la práctica de actividad física en el medio natural
1. El cerebro “natural”
Los humanos están cada vez más
desconectados de la naturaleza. La mayoría de las personas, en concreto más de
la mitad a nivel mundial, y aproximadamente cuatro de cada cinco
estadounidenses, viven en áreas urbanas, donde el contacto con la naturaleza
suele ser limitado. Los estadounidenses pasan más del 90% de su tiempo en el
interior (en edificios y en sus vehículos). El tiempo de pantalla ha alcanzado
promedios diarios de 1 h 55 min para niños menores de 8 años y 7 h 38 min para
aquellos entre 8 y 18 años. Las visitas al parque, la caza, la pesca, el
campamento y el juego al aire libre de los niños han disminuido sustancialmente
en las últimas décadas1.
En este contexto, en los últimos años se
ha observado un aumento del interés científico por los beneficios del contacto
con la naturaleza para la salud y el bienestar humano. Varios estudios y
revisiones científicas recientes han resumido y constatado la evidencia
científica sobre los beneficios que la naturaleza aporta a nuestra salud
física, mental y social, por consiguiente, también neurocognitiva1.
Esto ha hecho que cada
vez se observen más parques, zonas verdes y plantas en las grandes urbes, incluso
dentro de los propios edificios. Aunque los mejores beneficios se obtienen en
un contexto 100% natural, este tipo de ambientes que lo simulan son también
altamente beneficios.
En una reciente revisión publicada en
2017 con más de 300 artículos, se resumen en una veintena los beneficios que la
naturaleza aporta a la salud, entre los que cabe destacar los relacionados con
la cognición, con el desarrollo infantil, con la salud mental y física (tabla
1).
Tabla 1. Resumen de los beneficios del
contacto con la naturaleza sobre la salud, basados en la evidencia científica
(tabla extraída y traducida de Frumkin et al. 2017)1.
Beneficios de salud
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Referencias
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Se reduce el estrés
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Se mejora el sueño / descanso
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Mejoras en salud mental
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Se reduce la depresión
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Se reduce la ansiedad
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Mayor felicidad, bienestar,
satisfacción con la vida
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Se reduce la agresividad
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Reducción de los síntomas del TDAH
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Mayor comportamiento prosocial y
conexión social
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Se reduce la presión sanguínea
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Mejor recuperación postoperatoria
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Mejores partos
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Revisado por Dzhambov et al. 2014
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Mejor insuficiencia cardíaca
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Mejor desarrollo infantil
(cognitivo y motor)
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Mejor control del dolor
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Reducción de la obesidad
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Diabetes reducida
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Mejor vista
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Función inmune mejorada
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Mejoras en la salud general:
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Adultos
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Supervivientes tras un cáncer
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Niños
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Se reduce la mortalidad
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Asma y o alergias
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Existen algunas teorías evolutivas que
explican por qué la naturaleza influye de esta manera tan positiva en nuestro
cerebro. Son muchos los investigadores que creen que nuestro cerebro se relaja
en la naturaleza porque es de dónde venimos. Estamos hechos para vivir en el
medio natural, para entender las señales que nos da la naturaleza, no lo que
nos dice el ruido del tráfico, los incesantes carteles y mensajes
publicitarios, el trasiego de gente entrando y saliendo de una boca de metro o
la omnipresente tecnología que nos rodea. En cierta manera, vivimos contra-natura, por lo que nos estresamos
más cuando estamos en una ciudad que cuando estamos en contacto con la
naturaleza. Cuando salimos al campo, volvemos a reunirnos con lo que somos, y
esto nos relaja.
El ser humano, en su esencial
connatural, es un ser que vive en el medio natural. Evolutiva, genética y
anatómicamente estamos diseñados para vivir e interpretar las señales de la
naturaleza: lo que nos dicen las plantas, los ríos y los animales. Estamos
diseñados para caminar, correr, estar en movimiento; nuestras neuronas
necesitas ejercicio; un cerebro relajado y en forma, será más sano y activo.
Sin embargo, como ya decíamos, la
humanidad es cada vez más urbana, aunque sigue dependiendo de la naturaleza
para su supervivencia. Las ciudades dependen del ecosistema más allá de los
límites de la ciudad, pero también se benefician de los ecosistemas urbanos
internos, entre los que podemos identificar los árboles de la calle, jardines y
parques, bosques urbanos, tierras cultivadas, humedales, lagos/ríos/mar y
corrientes. Un trabajo realizado a finales del siglo pasado, demostró como
el ecosistema de las
ciudades tiene un impacto sustancial en la calidad de vida de las personas y
por tanto, deberían abordarse en la planificación de las construcciones. Los factores ecológicos, por tanto, contribuyen
mucho a mejorar nuestra calidad de vida2.
Aunque al hablar de naturaleza solemos
pensar en espacios lejanos a las ciudades, también debemos considerar como espacios
naturales los parques y espacios abiertos, prados y campos, árboles de la calle
y jardines de patios traseros con zonas verdes. El medio natural, cuanto más
puro sea mejor, sin embargo en los estudios y análisis publicado en la
literatura científica, en ocasiones no se distingue entre los espacios
naturales lejos de la civilización y los que se encuentran cerca de las
ciudades.
Algunos estudios de la última década del
siglo XX, han demostraron por ejemplo, que el simple hecho de disponer ventanas
con vistas a la naturaleza en las habitaciones de los hospitales era un factor
importante en la recuperación de pacientes, contribuyendo, por ejemplo, a una
recuperación más rápida tras una cirugía.
Varios
estudios han correlacionado el simple hecho de estar en la naturaleza con una
mayor vitalidad percibida y mejor salud mental. Algunos hallazgos de estas investigaciones
sugieren que los entornos naturales no solo conducen a la estabilidad
psicológica (estado de ánimo tranquilo), sino también ayudan a reducir el
estrés. Así, por ejemplo, cuando las personas observan vistas o fotografías de
entornos naturales, se normalizan índices fisiológicos como la frecuencia
cardíaca o la presión arterial, entre otros1,3,4.
En concreto, en un estudio realizado con
resonancia magnética en un total de 28 sujetos sanos a los que se les mostro
imágenes de contextos urbanos y contextos en la naturaleza, se observó como
existía una mayor activación en diversas áreas del cerebro cuando los sujetos
visualizaban imágenes de naturaleza. Los resultados de este estudio sugieren
que los contextos naturales, al estar asociados a recuerdos agradables,
repercuten positivamente en ciertas zonas del cerebro que favorecen el estado
de ánimo, la tranquilidad y evitan el estrés, entre otras3. El
sistema nervioso central juega un papel importante en la inducción de emociones
a través del entorno. Por lo tanto, el medio ambiente influye directamente en
la calidad de vida de las personas y también en las funciones cognitivas de
nuestro cerebro1.
Vivir en un ambiente relajado, en la
naturaleza, actúa como terapia natural y es un seguro para prevenir la
delincuencia juvenil y el fracaso escolar, así como la mayor probabilidad de
mejorar el autrocontrol, la atención y los resultados académicos1,5,6.
El cerebro agradece estar en contacto con la naturaleza, no digamos vivir en
ella.
Por el contrario, vivir
lejos de la naturaleza o zonas naturales, acelera el envejecimiento cerebral.
Los espacios verdes que hay en las ciudades actúan como una especie de “parche ecológico” sobre los efectos
negativos del estrés causado por la ciudad a nuestra salud. Tal es así que una
reciente revisión7 afirma que la exposición a espacios naturales (dentro
o fuera de las ciudades) reduce los efectos negativos del estrés y el estado de
ánimo negativo, favoreciendo las emociones positivas. Además, esta exposición a
entornos naturales puede recuperar la pérdida de rendimiento cognitivo asociado
al estrés, especialmente el asociado en tareas de atención7. Algunos
de los estudios de esta revisión han demostrado, por ejemplo, que los
habitantes que viven cerca de espacios verdes tienen menos problemas mentales
(ansiedad, depresión…) que los que no. Otro estudio observó que las personas
que viven a pocos metros de parques con zonas verdes, tienen menor factor de
riesgo (probabilidad) de tener ansiedad, depresión, migrañas, asma o algún tipo
de enfermedad cardiovascular7.
Nuestro cerebro prefieren los ambientes de vida cómodos, libres de
fatiga fisiológica y ruidos. La naturaleza es una opción altamente saludable y
recomendable desde un punto de vista neurocognitivo, por tanto, neuroeducativo.
Aumenta la motivación y la atención, reduce
la fatiga, el estrés, la ansiedad y es un seguro para la prevención de ciertas
enfermedades mentales y cardiovasculares.
2. Efecto de las actividades en el medio natural sobre el cerebro
Ya
hemos visto los múltiples beneficios que el contacto con la naturaleza tiene
sobre el cerebro. Si al mero hecho de estar en contacto con ella, le sumamos
realizar actividades que sabemos le van bien al cerebro como caminar, ir a
coger setas o espárragos, jugar, realizar cualquier tipo de actividad
físico-deportiva, senderismo, orientación, BTT, carreras de montaña, escalada, socializarse
o realizar mindfulness, los efectos
positivos para nuestro cerebro se multiplicarán exponencialmente.
Aún
no hay evidencia científica que demuestre si existen o no diferencias significativas
en el cerebro (a nivel estructural, molecular y funcional) en personas que
practican habitualmente actividad física en el medio natural frente a los que
la realizan en espacios cerrados o en la ciudad. Lo que sí sabemos es que
caminar por la naturaleza es mejor para nuestro cerebro que hacerlo por el
medio urbano. Algunos
trabajos realizados con neuroimagen, por ejemplo, han mostrado que las personas
que paseaban por la naturaleza presentaban menos flujo sanguíneo en ciertas
zonas del cerebro asociadas a la depresión y otros trastornos mentales, como el
hecho de repetir pensamientos continuamente o “rumiación” (repetición de pensamientos depresivo-patológica).
Un reciente estudio publicado en la
Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States)8
ha demostrado como caminar por el medio natural reduce la probabilidad de
padecer una depresión, frente a los que caminan por medio urbano. El estudio
analizó mediante neuroimagen, los cambios estructurales en el cerebro de una
muestra de personas adultas (N = 38, edad aproximada 25 años) tras caminar 90
minutos por medio urbano (N = 19) y 90 minutos por la naturaleza (N = 19). Las
características de los grupos fueron controladas, todos ellos sanos, sin
diagnóstico de trastorno neurológico o psiquiátrico, habitantes y trabajadores
de la misma ciudad y zona geográfica, no consumidores de medicamentos o
sustancias psicotrópicas, etc. Tras la caminata los sujetos se sometían al
escáner de sus cerebros, observando como los que caminaban por la naturaleza
tenían una disminución del flujo sanguíneo (activación) en la corteza
prefrontal subgenual, mientras que en las personas que paseaban por la ciudad
no se observaban estos cambios8 (figura 1).
Figura 1. Imágenes extraídas de Bratman
et al. (2015)8.
Arriba:
mapas tomados del satelitales del paseo por la naturaleza (figura A) y del
paseo urbano (figura B). Ambas caminatas fueron de 5.3 km.
Abajo:
fotografías de muestra tomadas por los participantes durante el paseo por la
naturaleza (figuras A y B) y el paseo urbano (figuras C y D).
Los resultados de este estudio mostraron
una reducción del flujo sanguíneo en la corteza prefrontal subgenual en el
grupo que caminaba por el medio natural, mientras que esta activación no se
redujo en los sujetos que caminaban por el medio urbano (figura 2). Esta
activación está asociada a la “rumiación
depresiva”, es decir, con el hecho de tener pensamientos repetitivos
recurrentes, así como con las emociones negativas. Lo que sugiere que salir a
pasear por el medio natural podría reducir este síntoma tan característico de
la depresión, sin embargo, pasear por el medio urbano no es tan eficiente para
esta enfermedad (depresión)8.
Figura 2. Imágenes extraídas de Bratman
et al. (2015)8.
Impacto
de la experiencia tras caminar por la naturaleza en la “rumiación depresiva”
(figura A). Mapa de interacciones significativas (P <0.05), en la corteza
prefrontal subgenual (sgPFC) tras caminar por el medio urbano (figura B).
Cambio del flujo sanguíneo - perfusión (después del paseo de 90 minutos) de los
participantes que caminaron por el entorno natural y en un entorno urbano
(figura C). Las barras representan el nivel de significación: * P <0.05, ***
P <0.001.
Otro estudio similar demostró el impacto
de la naturaleza sobre el afecto y la cognición. Asignaron al azar a
sesenta participantes para realizar, por un lado, una caminata de 50 minutos en
un entorno natural. Y por otro lado, otra caminata también de 50 minutos pero
en entorno urbano. Antes y después de su paseo, los participantes
completaron una serie de evaluaciones psicológicas del funcionamiento afectivo
y cognitivo. En comparación con el paseo urbano, el paseo por la
naturaleza resultó más beneficioso en aspectos relacionados con la ansiedad,
pensamientos repetitivos relacionados con la depresión (rumiación depresiva), pensamientos negativos y la preservación del
afecto positivo, así como beneficios cognitivos (aumento del rendimiento de la
memoria de trabajo)9.
Las personas que viven en grandes
ciudades, acostumbradas a la continua exposición de estímulos (auditivos,
visuales, sociales…) en ocasiones, no son conscientes del elevado estrés que
todo ello ocasiona a sus cerebros. Incluso cada vez observamos a personas que
realizan la actividad física rodeados de todos estos estímulos, lo que no ayuda
a relajar sus cerebros.
Gracias a un estudio realizado con
neuroimagen (en concreto con resonancia magnética) y publicado en la
prestigiosa revista Nature, sabemos que las personas que viven o crecen en la
ciudad (por tanto sus actividades cotidianas las realizan lejos de la
naturaleza) poseen mayor estrés social, asociado a un
incremento en la actividad de la amígdala (estructura
cerebral ligada al procesamiento de las emociones y del estrés) y a la activación del área perigenual del
cingulado anterior, que regula el funcionamiento de dicha estructura
(amígdala) y es clave para regular el afecto negativo y el estrés10.
Este estudio ha sido el primero en establecer una relación consistente entre
vivir o crecer en la ciudad con el procesamiento del estrés social.
Sabemos que el estrés crónico provoca
cambios en el cerebro: altera los circuitos relacionados con el placer y la
recompensa. El estrés lleva asociado, por regla general, alteraciones del
sueño, presión arterial alta, hipercolesterolemia, hábitos de alimentación poco
saludables, sedentarismo, sobrepeso, obesidad, colon irritable, migrañas,
incluso pérdidas de memoria, atención y aprendizaje. También sabemos que el
estrés es uno de los factores de riesgo cardiovascular más determinante para
padecer este tipo de enfermedades.
Estos cambios cerebrales observados en
las personas que viven y desarrollan su vida en las ciudades, hacen que dejemos
de disfrutar con las cosas que solíamos hacer y puede ser una de las razones
que expliquen por qué las ciudades se han relacionado con trastornos mentales, como
la depresión, la ansiedad y el estrés.
Las ventajas que supone vivir en una
gran ciudad son evidentes: acceso a servicios, transporte, cultura, cercanía al
trabajo o colegio, mayor abanico y posibilidades de realizar actividades
físico-deportivas, etc. Sin embargo, también es importante tener claros los
beneficios que la naturaleza aporta a nuestra salud y que viviendo en la urbe
estamos renunciando. Por ello, debemos ser conscientes de cómo puede influir
vivir en la ciudad y qué podemos hacer para contrarrestar los perjuicios
asociados a ello. Si no sabemos gestionarlo (por ejemplo con actividad física
regular, hábitos de alimentación saludable, salidas frecuentes a la naturaleza,
etc.) nuestro cuerpo y nuestro cerebro se verán muy afectados.
Realizar actividades saludables en la
naturaleza no solo baja nuestros niveles de estrés, sino que también permite
que nuestro cerebro descanse y se recupere del ajetreo diario y del sinfín de
estímulos que recibe en las ciudades. Numerosos trabajos ya han demostrado que
caminar por el bosque o entornos naturales mejora las funciones ejecutivas
(resolución de problemas) y la capacidad atencional1.
Podrían ser los elementos auditivos o
los visuales de la naturaleza (los atardeceres, las flores, las mariposas, los
riachuelos) los que nos permiten relajarnos de la “irritación nerviosa” que
provoca la ciudad.
La naturaleza no solo nos influye
cognitivamente sino que también nos hace ser más amables. Investigadores
coreanos observaron que cuando la gente observaba fotografías del campo o de la
naturaleza se les activaban áreas cerebrales relacionadas con el altruismo y la
empatía (el cingulado anterior y la ínsula, centro de conexión entre sistema
límbico y el neocórtex, encargado entre otras funciones, de aspectos
emocionales como la empatía). Mientras que cuando veían imágenes de la ciudad,
se activaba la amígdala, una estructura cerebral que controla el miedo, la
ansiedad y que regula el estrés3. Por tanto, la naturaleza no solo
nos calma y nos relaja, sino que también nos hace más amables y ser más
empáticos.
3. Propuestas prácticas para fomentar la práctica de actividad física en el medio natural
Conocidos
los múltiples beneficios que el contacto con la naturaleza tiene sobre el
cerebro, los programas neuroeducativos no solo deben tenerlos en cuenta a la
hora de planificar salidas al medio natural como actividades complementarias y
extraescolares de cualquier asignatura, incluida por supuesto, la Educación
Física, sino que deben considerarlos a la hora de construir las escuelas, organizar
las aulas y las sesiones. Por ejemplo, procurar que haya grandes ventanales, luz
natural, espacios verdes por el centro (cuanto menos, macetas, árboles o
huertos ecológicos que los propios alumnos puedan cultivar, plantar, cuidar y
respetar), posibilidad de utilizar los parques y zonas verdes próximos al
centro como una instalación anexa al centro y registrada como tal en la
Programación General Anual (PGA) del centro.
Aún
existe una gran dificultad burocrática para realizar actividades
complementarias con los alumnos fuera del centro escolar. En algunos centros
educativos, ni siquiera se permite salir con los alumnos al parque contiguo al
centro, si no es con una autorización de los padres específica para tal
actividad, incluso con la obligación de ir acompañados por varios profesores.
Precisamente ahora que se están conformando acuerdos políticos a nivel nacional
e internacional es el momento de regular este tipo de actividades, donde lejos
de ser un problema organizativo para el centro, son tremendamente beneficiosas
para la salud física, social y mental del alumnado. Así, cualquier profesor de
un centro educativo podría salir del recinto con sus alumnos y dar un paseo por
el parque adjunto (como ya hacía Aristóteles, conocer de estos beneficios), en
lugar de permanecer sentados, inmóviles, mirando a una pizarra o una proyección.
Aristóteles fundó su escuela, el Liceo,
en el año 335 a.C. Lo que hacía el filósofo era pasear por su jardín, el peripatos mientras iba hablando a sus
discípulos. De ahí surge la corriente filosófica de los peripatéticos, que se nutre de la idea de ser ambulante e
itinerante.
Nietzsche decía que "Todos los pensamientos verdaderamente
grandes se conciben paseando”. El pensador se levantaba a las cinco de la
mañana y estaba trabajando hasta mediodía. Después subía a los altos picos que
rodeaban el pueblo para pasear por las montañas. Kant, quien vivió toda su vida
en el mismo pueblecito alemán, Jonisgberg, paseaba de manera casi metódica
todas las tardes. Siempre hacía el mismo recorrido y trataba de evitar encontrarse
con gente y si lo hacía, procuraba no hablarles. De vuelta a casa se encerraba
en su despacho y se ponía a leer, a pensar o a escribir, era cuando más ideas
le surgían.
Cuando paseamos, el organismo entiende
que estamos realizando ejercicio físico y por tanto, necesita más oxígeno y
flujo sanguíneo, en todas las partes del cuerpo, incluido el cerebro. Si llega más
sangre al cerebro, llega más oxígeno y glucosa, por lo que mejora la fluidez
mental.
Si hacemos un viaje al norte
de Europa, se puede observar cómo las políticas educativas de estos países lo
tienen claro desde hace tiempo. Los parques y zonas verdes están repletos de
niños con sus maestros y profesores en horario escolar, a pesar de las adversas
condiciones climatológicas. Es sorprendente como en España y en otros países
con climatología similar, los estudiantes pasan mayoritariamente el tiempo
escolar dentro del aula, sentados y con las persianas bajadas para poder ver
mejor las imágenes que proyecta el vídeo-proyector. Simultáneamente, cada vez
hay más sedentarismo, sobrepeso y obesidad en la población infantil y
adolescente, así como peores hábitos de alimentación. Sin duda, una “bomba de
relojería” para el cerebro de nuestros escolares quienes además y en ocasiones
alentados por sus propios padres (quienes piensan que así es más seguro), pasan
su tiempo libre o de ocio, pegados a una pantalla de ordenador, móvil o
vídeoconsola.
Con
este preocupante panorama, los programas educativos no solo deben promocionar
las actividades en el medio natural, sino que deberían incorporarlas como
obligatorias y con una frecuente periodicidad, si no semanal, cada quince días,
a lo sumo mensual. No como está ahora estipulado por ley, donde el estudiante
de Primaria (de 6 a 12 años) y Secundaria (ESO y Bachillerato, de 12 a 18)
puede pasar toda su etapa escolar sin hacer ni una sola salida al medio natural,
ni siquiera al parque adjunto al centro, dado que no es obligatorio realizar
este tipo de actividades. Algunos docentes de Secundaria que no están
concienciados, por ejemplo, se acogen al objetivo “reconocer
el medio natural como un espacio idóneo para la actividad física, y discriminar
aquellas prácticas que puedan causarle cualquier tipo de deterioro” para
trabajar este contenido en clase y de forma teórica, sin estar obligados por
ley a realizar-organizar ninguna actividad en el medio natural. También es
cierto, como se ha indicado anteriormente y sin culpar a este docente que no
desea organizar una salida, que la administración y las propias familias no
ponen facilidades para organizar y posteriormente, desarrollar este tipo de actividades.
A toda la burocracia que hay que presentar previamente a la salida, se le suma,
las demandas de algunas familias que ante cualquier accidente fortuito durante
dicha actividad, ven la posibilidad de conseguir un beneficio tras demandar al
centro o al propio docente encargado de dicha actividad. Tampoco están bien
vistas este tipo de salidas, por los propios compañeros de claustro, quienes
suelen protestar y no ver con buenos ojos que sus alumnos “pierdan” su clase de
Lengua o Matemáticas para poder terminar el temario del libro, sin ser
conscientes que este tipo de actividades son una inversión a corto y medio
plazo para que los cerebros de estos niños estén preparados para asimilar mejor
y más rápido sus contenidos curriculares, al día siguiente o a las últimas
horas de la jornada escolar, cuando la actividad se organiza durante las
primeras horas de la jornada.
Como actividades a realizar en el centro (o fuera),
en horario lectivo (o no) y que puedan servirnos de guía para poner en marcha
programas neuroeducativos, podemos empezar proponiendo salidas de senderismo
sencillas, juegos de pistas o carreras de orientación próximas al centro que no
requieran usar demasiado tiempo (incluso se pueden desarrollar en una hora
lectiva, en dos o usando una hora lectiva más el recreo). En caso de no tener
senderos próximos al centro, basta con salir a caminar o correr un rato por el
parque o zonas verdes próximas. Muchos contenidos pueden ser tratados con este
tipo de actividades. Además de los específicos de dichas actividades
(senderismo y sus señales, orientación con sus aspectos técnicos como lectura
de mapas o uso de brújulas), podemos trabajar otros aspectos teóricos vinculados
o no a la asignatura de Educación Física. Ponemos aquí el ejemplo de la higiene
postural, un contenido que bien podría darse mediante una clase magistral o con
ejercicios prácticos dentro del gimnasio o sala escolar de usos múltiples (sala
cubierta). Proponemos la realización de una sesión desarrollada mediante una
carrera de orientación o juego de pistas en forma de estrella, por parejas.
Desde un punto central (pelvis), el alumnado busca balizas (vértebras),
orientándose mediante el mapa que llevará cada pareja junto a una hoja de
respuestas. Cuando encuentran la baliza (vértebra), leen el problema o reto,
consensuan y deciden la respuesta o representan la postura o acción correcta en
el punto de control (pelvis, donde estará situado el docente). Cada reto
conseguido suma tres puntos, uno si se intenta. La pareja que completa la
carrera en primer lugar suma 10 puntos, 5 la segunda y 3 la tercera (figura 3).
Figura
3. Organización de una carrea de orientación para trabajar contenidos teóricos
(en este caso, la higiene postural). Título de la sesión: “la orientación
vertebral”.
Con
este tipo de planteamientos (organización de una carrera de orientación o
juegos de pistas con preguntas y respuestas) se pueden trabajar cualquier tipo
de contenido, sea o no de la materia de Educación Física. La segunda propuesta que
planteamos sería trabajar de forma
interdisciplinar la realización de actividades en el medio natural. En
Biología y Geología es una muy buena oportunidad para realizar actividades
conjuntas con el Departamento de Educación Física para realizar una salida de
senderismo y aprovechar para conocer la fauna, flora y geología de la zona, señales
naturales para orientarnos como el musgo de los árboles, situación del sol, los
puntos cardinales, las estrellas (cuando es de noche), etc.
Otras
salidas del centro podrían hacerse conjuntamente con asignaturas como las de
Artes plásticas, audiovisuales o dibujo, para tomar fotografías o dibujar
paisajes naturales, realizar concurso de fotografía o dibujo de paisajes, donde
se invite a los alumnos a caminar por un paraje natural para tomar la mejor
instantánea o perspectiva para dibujarla. Con la asignatura de Música para
analizar los ruidos de la naturaleza. En Matemáticas se podrían realizar
mediciones, mapas a diferentes escalas, cálculos de distancias, áreas, alturas,
llevar a la práctica fórmulas trigonométricas para determinar, por ejemplo, la
hora del día según la sombra de una piedra, árbol u otro objeto, etc.
Para
fomentar la práctica de actividad en el medio natural, se pueden plantear
también actividades en familia. Organizar una ruta de senderismo con las
familias, un sábado o domingo, donde las familias acompañan a sus hijos. Un
ejemplo claro lo podemos ver en el siguiente vídeo resumen donde el maestro josebayonas85, realiza con cerca de 200 participantes
una ruta de senderismo con el objetivo de crear hábitos saludables entre los
más pequeños (#familysport y #villactiva en Instagram).
Vídeo resumen de una ruta
de senderismo con alumnos y familias publicado por josebayonas85 (maestro de Educación Física) en su cuenta de
Instagram. https://www.instagram.com/p/BgJX2UiALcc/?taken-by=josebayonas85.
La organización de actividades de varios días
como actividades extraescolares, deberían ser también promocionadas e
impulsadas por el centro. Semana blanca, semana verde, acampadas, actividades
de aventura en el medio natural, etc. Este tipo de actividades tienen un
hándicap, cuestan dinero, por lo que no podrían plantearse como obligatorias
(al menos en la enseñanza pública, la cual debe ser totalmente gratuita). Para
sufragar gastos, los estudiantes pueden organizar ventas de productos o
realizar un espectáculo en el salón de actos del centro, teatro o auditorio de
la localidad, pidiendo un donativo al público para costear dicha actividad. Con
ello, además, estaríamos poniendo un marcho, otro proyecto también de gran
riqueza pedagógica, desde el punto de vista neuroeducativo.
Para
fomentar las salidas al medio natural en horario no lectivo, se puede plantear
la utilización de aplicaciones (Apps)
para móviles con GPS para monitorizar los entrenamientos tipo Runtastic,
Endomondo, Runkeeper o Strava, entre otras (figura 4), donde les proponemos
como actividad o reto a superar, realizar una ruta (caminando o corriendo) por
el medio natural solos, con compañeros o con cualquier familiar, de manera que
entre toda la clase irán sumando puntos en forma de kilómetros. Si al final consiguen
“X” kilómetros entre todos (realizados en el medio natural o zonas verdes),
habrán superado el reto.
Figura
4. Apps para monitorizar entrenamientos andando, corriendo o en bici
(Runtastic, Endomondo, Runkeeper, Strava, etc.).
Otro ejemplo es el Proyecto #wope (experiencia gamificada llevada a cabo en varios
centros de la Región de Murcia y uno de Tenerife)
Con este reto se persigue que el alumno realice
actividad física fuera del horario escolar. Si indicamos la consigna siguiente:
los kilómetros realizados en el medio natural valen doble, estaremos motivando
al alumnado a realizar la actividad en contacto con la naturaleza. URL
al video explicativo: https://youtu.be/37fSnEoB--k. Web del reto #wopetour: https://retowope.webnode.es/wopetour/. Web del reto proyecto #wope: https://retowope.webnode.es/.
Las Tecnologías del Aprendizaje y Conocimiento (TAC)
y con ellas las nuevas tecnologías pueden y deben ser nuestras aliadas para
favorecer el aprendizaje. Lejos de ser nuestras “enemigas” debemos aprender a
darles un uso pedagógico, como podría ser con el ejemplo anterior.
Otras actividades que podemos realizar en el centro
para promocionar la práctica de actividad física en el medio natural es la
invitación al centro educativo de asociaciones, clubes deportivos de montaña y
deportes de aventura, clubes de escalada, etc. para realizar charlas y
talleres prácticos durante los recreos o en horario lectivo. Se podrían
incluso organizar unas jornadas de promoción de actividades en el medio
natural y sus beneficios para la salud. Estas jornadas podrías
desarrollarse en vísperas del día mundial del medio ambiente (5 de junio), para
además, sensibilizar al alumnado sobre la importancia de su cuidado y respeto.
Las empresas y asociaciones invitadas podrían realizar sus actividades y talleres
durante varios recreos, semanas previas a este señalado día.
Bibliografía:
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